Con este nombre no es muy conocido, al menos en España. Sin embargo sus planteamientos nos pueden sonar familiares pues son paralelos a corrientes que van ganando terreno como las de la lactancia materna o el parto en casa, cuyo denominador común es la vuelta a conductas más “relajadas” en el cuidado de los hijos pequeños. En este caso, nos referimos a los bebés de 1 a 12 meses.
PEKiP significa “Programa para padres y niños de Praga” (Pragen Eltern-Kind Program). Si se rastrea algo más, veremos que en otros países europeos es practicado desde hace años, incluso por familias españolas cuyos comentarios hallamos en redes sociales alabando el sistema. También encontraremos términos casi equiparables como FABEL (FAmilienzentriertes-Baby-ELtern-Konzept) y alguno más con los que podemos confundirnos, todos centrados en un mismo ámbito pero con matices diferenciadores. ¿De qué estamos hablando?
En los años 60, el pedagogo checoeslovaco Jaroslav Koch realizó una serie de estudios sobre los bebés, basándose en su experiencia al frente del Instituto para madres y niños de Praga. Llegó a varias conclusiones: 1) los niños en sus primeros meses de vida tienen unas capacidades de aprendizaje inmensas que suelen ser desaprovechadas; 2) los bebés desarrollan más esas capacidades si juegan mucho, y mejor aún si lo hacen con sus padres y con otros niños con los que se vean habitualmente; 3) los bebés se desarrollan mejor con poca ropa o ninguna.
Estas experiencias interesaron a la psicóloga alemana Christa Ruppelt, que puso en práctica dichas ideas en Alemania, formando grupos PEKiP basados en el modelo pragués, allá por 1973. Se fueron formando pequeñas células constituidas por unos 8 a 10 niños con sus padres. Era importante que los niños fueran siempre los mismos para que se fueran reconociendo entre ellos y reforzaran su empatía. También era necesario que los progenitores asistieran para así poder jugar con los hijos y compartir experiencias con los demás padres, sirviendo así el grupo como foro. Al poco se empezaron a programar incluso cursos y jornadas desde las admnistraciones públicas para que los padres aprendieran a gestionar estos grupos.
Las reuniones debían realizarse una vez por semana, eligiendo un lugar que fuera confortable y sobre todo cálido. El objetivo es que los niños pudieran estar con poca ropa o sin ella, pues así captaban mejor todos los estímulos que se les ponían delante y aprendían a reaccionar en un ambiente seguro. Los pedagogos proponían empezar en estos grupos con los niños de entre cuatro a seis semanas, como edad máxima, pues consideran que el niño no debía perder las sensaciones de libertad y estimulación que conservaba de su estancia en el interior de la madre. Consideran un error la práctica tan extendida de encorsetar a los recién nacidos en ropajes excesivos, fajas apretadas, calcetines y zapatos que sofocan toda sensibilidad en la piel, y en general todo lo que limita su libertad de movimientos y de juego.
El planteamiento se parece al de las “Casas Verdes “que citábamos en la entrada sobre los cuentos Calliou y los fundamentos pedagógicos que le dieron origen. Juegos compartidos de padres con hijos, grupos de niños jugando en un ambiente ligero, intercambio de vivencias… Cosas todas que, si nos animamos a practicarlas, nos exigirán un tiempo de dedicación que habremos de quitar a otras parcelas de la vida. Es cuestión de establecer prioridades, como en todo lo demás.