Al cine con Peter y el Dragón
Disney ha puesto en cartelera Peter y el Dragón. Es una película recomendable para ver en familia, y ello a pesar de lo arriesgado de haber hecho un remake de un tema ya clásico: el del Dragón Elliot. Disney ya probó con este tema en 1977 con Peter y el Dragón Elliot, y aún antes en 1941 con El Dragón Chiflado (The Reluctant Dragon) inspirado a su vez en un relato homónimo preexistente de Kenneth Grahame de 1898.
Leyendo diversas críticas, parece que la nueva entrega resulta interesante precisamente por no ser un verdadero remake. La historia narrada, aun recordándonos a las anteriores de la serie, tiene suficientes elementos propios como para no recordarnos a sus antecesoras. Hay variaciones en el relato, pues el protagonista Peter es un niño de vida peculiar: un huérfano abandonado que vive desde hace años en el bosque de una forma algo más asilvestrada que los anteriores. Hay personajes de nuevos mensajes, como la guarda forestal Grace, o la niña Natalie, de evidente sensibilidad medioambiental. Hay un actor de carisma indiscutible como Robert Redford, quien por sí sólo justifica una visita al cine. Hay un concepto de dragón diferente, también de la naturaleza, de la niñez, de la fantasía. Hay unos efectos especiales propios.
Sin desvelar los perfiles del guión, podemos acercarnos un poco más al autor para apreciar algunos matices de la película. El director -David Lowery- tiene un asentado recorrido realizando cortometrajes desde el año 2000 (Lullaby) y largometrajes desde 2005 (Deadroom). Lowery gusta de imprimir a sus creaciones un sello personal, como lo demuestra su versatilidad al intervenir como escritor, guionista, director o productor. En sus obras se aprecia cierta afición al tema de los niños abandonados. Así lo encontramos en su primera obra exitosa, St. Nick, de 2009, en el actual Peter y el Dragón o en el hecho de haber aceptado realizar la próxima versión de Peter Pan, también para Disney.
En la presente película, el aspecto afectivo derivado del abandono de Peter se complementa con un dragón en el que se ha puesto especial interés en mostrarlo digno de afecto. Así, se ha diseñado de forma calculada para provocar sensaciones agradables: el color es exclusivamente verde, para asociarlo con colores naturales (evitando los rojos o amarillos de llamaradas o connotaciones agresivas); se han sustituido las escamas o piel reptiliana por un cuerpo cubierto de pelo suave y mullido; su tamaño es muy grande para eliminar –por absurda- la sensación de competitividad entre él y los humanos…
Para conseguir la sensación buscada se analizaron posibles modelos, desde el oso panda al oso polar, e incluso el propio gato del director, según afirma éste. Para los efectos de la corporeidad y pelo animal se ha acudido al estudio Weta Digital, firma creada en 1993 en Nueva Zelanda por varios entusiastas de los efectos entre ellos Peter Jackson, célebre director de la saga de El Señor de los Anillos. Los mejores logros conseguidos por Weta se centran especialmente en movimientos de grandes masas de personas o cosas, y entre ellas se incluyen las pieles con pelo de monstruos como el presente Dragón. No en vano son responsables de los efectos de King Kong (2005) y El origen del planeta de los Simios (2011), siguiendo la devoción confesada de Peter Jackson por King Kong desde que viera de niño la versión de 1933.
Parece que con el nuevo Dragón el reciente film de Disney consigue que empaticemos con el animal, de igual forma que, en su día, los espíritus más ecologistas empezaron a ver en King Kong no a un monstruo de la naturaleza sino un mensaje de protección y sostenibilidad. Esperemos que ése sea el camino.