Los niños del Canto de la Sibila, de Mallorca
Los niños son protagonistas de muchas manifestaciones tradicionales de carácter religioso o folklórico. Entre las religiosas las hay que conformaron sus caracteres en la Edad Media, por lo que son consideradas como verdaderos antecedentes del teatro infantil. En España tenemos como ejemplos el canto de los Tropos, las fiestas del Obispillo, los Milacres de San Vicente, las rocas y entremeses, el teatro hagiográfico y el Canto de la Sibila.
El Canto de la Sibila es una pieza musical representada por niños en la Navidad, y en la que la isla de Mallorca y su capital Palma tienen especial protagonismo. Se trata de una música de corte arcaico pero estremecedor, con la belleza del estilo gregoriano y la magia de las voces infantiles en recintos tan sonoros como las iglesias y catedrales. Existen grabaciones diversas, incluidas las versiones de artistas como María del Mar Bonet.
El origen del Canto se documenta ya en el siglo XI, en Francia. Se representa en Navidad, siendo lo propio hacerlo en la Misa del Gallo. Resulta curioso que se incorporara este canto de la Sibilia en tales fechas pues dicho personaje era ajeno al mundo cristiano. Se trataba de la Sibila Eritrea, profetisa pagana de la que, no obstante, se recogieron unos textos entendiendo que eran precursores del Juicio Final y que con ello estaban reconociendo implícitamente el nacimiento de Cristo.
Actualmente se está recuperando y se viene reimplantando no sólo en las Baleares sino en otros lugares de la Comunidad Valenciana y de Cataluña. Aunque originariamente fue un canto habitual en los países latinos (Francia, España, Italia o Portugal), desapareció de éstos por las disposiciones del Concilio de Trento (1545-63) contrarias a las representaciones y escenificaciones en las iglesias y ceremonias. En Mallorca se dio una excepción, pues tras su prohibición en 1572 se recuperó apenas tres años después cuando el valenciano Joan Vich i Manrique fue nombrado obispo de Mallorca.
Gracias a esa excepcionalidad se mantuvo en Mallorca una costumbre que en todo el resto de escenarios estaba proscrita, y llegó hasta hoy. También se han conservado los textos, tanto en latín como en las lenguas romances cuyas traducciones contribuyeron a su implantación.
La música se canta a capella, es decir sin acompañamiento instrumental, salvo entre estrofa y estrofa cuando suena alguna nota de órgano para sostener la entonación. La estética de la representación es claramente medieval; los niños protagonistas van vestidos con túnicas y algún tocado, portan una espada, y se acompañan de otros dos monaguillos con unos cirios encendidos. En un principio el canto quedaba a cargo de religiosos, pero pronto se encomendó a niños cuando quedó enmarcado en el tiempo navideño, todo por la vinculación que se produjo entre esta profecía y el sermón de San Agustín, propio de tales fechas. Actualmente los cantantes pueden serlo tanto niños como niñas, e incluso mujeres.
Podría profundizarse mucho más sobre el origen, el contenido y hasta sobre el sentido religioso de esta pieza, tan sorprendente como todo lo medieval. Su interés ha quedado patente al ser incluido en 2010 por la UNESCO en la llamada Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. Ciertamente es una pieza muy interesante, digna de ser ofrecida a los niños como actividad para su bagaje cultural, y en todo caso recomendable para ser oida.