Las Ocas de Miguelín
En los últimos años ha suscitado polémica el uso de animales en cabalgatas y eventos de Navidad. Aunque la cuestión no es exclusiva de estas fechas, es cierto que en los eventos navideños, por su especial dedicación a los niños, suelen aparecer animales amaestrados que se suman como figurantes a la celebración. Su presencia fascina a unos niños cada vez menos acostumbrados a la convivencia con animales –exceptuando sus mascotas-.
Un ejemplo de lo complejo del asunto lo tenemos en lo ocurrido con las famosas Ocas blancas de Miguelín. José Miguel Espinosa –Miguelín- es un pastor y granjero de Palencia que desde hacía buen número de años participaba en ferias y eventos con su grupo de ocas blancas. Docenas llegaban a contarse. Su desfile resulta espectacular: todas, caminando en grupo con aspecto simpático, siguen pacíficamente a su dueño y no provocan incidente alguno. Sin embargo esto no parece suficiente y algunos ayuntamientos, por ejemplo el de Madrid, decidieron suprimir esta atracción para 2016 ante la posibilidad de ser un caso de maltrato animal. ¿Tiene fundamento este debate?
Parte de la polémica sería prescindible, pues realmente no está pensando en los animales sino en otras cuestiones como el debate político, la rivalidad de proveedores, las tradiciones sean o no religiosas, las modas… Algunos supuestos animalistas actúan realmente por motivaciones menos universales y más parciales.
Pero una parte de la polémica sí es auténtica. Se centra en si es legítimo el mero uso de animales en actos de celebración. No nos planteamos aquí los casos de maltrato físico en los que la respuesta es evidente, sino aquellos en los que aparentemente el animal colabora mansamente, o incluso parece disfrutar. Ese podría ser el caso de las ocas, cuya participación se censura por el sólo hecho de ser animales puestos al servicio del pasatiempo. Miguelín ha expuesto que las ocas no sufren presión alguna sino que están acostumbradas a él porque les dedica mucha atención diaria; que viven muy apaciblemente y de modo ecológico; que hacen feliz a mucha gente, niños incluidos; que tradicionalmente el hombre ha compartido vivencias con los animales de forma pacífica y amistosa, y que él trata a sus ocas no como juguetes sino como seres vivos dignos de respeto… En definitiva, considera que no toda relación con los animales es de sometimiento, y que aplicar un criterio en abstracto a todas las situaciones sin atender a sus circunstancias concretas nos puede llevar a decisiones absurdas o exageradas. Frente a esto, naturalistas como Joaquín Araújo piensan que todo adiestramiento animal implica sufrimiento, y que no está demostrado que ninguna especie, salvo quizá la canina y alguna más, disfrute con la compañía humana.
Apenas podemos hacer algo más que apuntar la existencia de la cuestión, sin atrevernos a dar respuestas categóricas, aunque sí es cierto que el uso en eventos públicos es, a veces, lo único que garantiza la supervivencia de algunos animales. Pero sí podemos apuntar varias ideas en las que el consenso debería tender a la unanimidad. Por ejemplo: ninguna tradición debería justificar el sufrimiento, si es que lo hay. Segundo: los animales no pueden defenderse a sí mismos, por lo que nuestra postura intelectual no puede contentarse con la mera pasividad. Tercero: La respuesta pasa por un conocimiento profundo del sentir y pensar de los animales, campos de los que apenas hay estudios. Cuarto: el contacto con los animales es beneficioso para el hombre pero siempre desde el respeto. En definitiva, el Hombre, respecto a la Naturaleza, debe saber distinguir entre necesidades básicas, utilidades y caprichos, y obrar en consecuencia.