Ver germinar un garbanzo
Cualquier experimento científico suele interesar a los niños, y más cuando tiene relación con la naturaleza. Si además afecta a seres vivos, el éxito está garantizado.
Uno de las prácticas más sencillas y al mismo tiempo más educativas es la de la germinación de una semilla. Tradicionalmente se ha enseñado a los niños este proceso, utilizando legumbres tales como habas, lentejas o garbanzos. Las lecciones con vegetales tienen dos ventajas importantes: la primera es que son muy asequibles, estando prácticamente a disposición de cualquier niño, quien puede repetir una y otra vez su experimento en caso de error. La segunda es que, a diferencia de los experimentos con animales, –y al margen de posiciones más o menos profundas en cuanto a las plantas- se minimiza el riesgo de que el error cause dolor en el ser vivo con el que operamos.
El experimento del garbanzo es muy simple. Tan sólo precisa de: un garbanzo crudo, un frasquito de cristal transparente (cualquiera de los de yogourt, salsas, etc.) y un poco de algodón.
El proceso es sencillísimo: se limpia bien el recipiente de cristal; se humedece bien el algodón y se introduce en el mismo el garbanzo aunque sin quedar del todo “encerrado” pues necesitamos que quede visible; se introduce el algodón con el garbanzo en el recipiente y se deja reposar unos días, junto a una ventana. Al cabo de muy pocos días veremos cómo del garbanzo empieza a salir un tallo que sube, así como unas pequeñas raíces. Ya tenemos la planta.
Tendremos en cuenta varias cosas:
1.- El frasco necesita luz, pero no directa. Si le dan directamente los rayos del sol, se secará el algodón.
2.- El algodón debe estar húmedo (un poquito de agua, permanentemente), pero no muy mojado ni empapado, pues puede ahogarse la semilla.
3.- El garbanzo debe estar colocado cerca o pegado al cristal, para poder ver bien todo su proceso.
4.- El algodón no debe estar aplastado sino colocado con suavidad, y sin tapar totalmente el garbanzo pues le dificultará la ascensión del tallo.
El garbanzo es una planta que, en nuestro entorno, fue originaria de Turquía, lugar caluroso donde esta legumbre podía crecer con un poquito de humedad que tuviera; por eso despliega unas raíces que en pocos días crecen a la búsqueda de la humedad. Germina a partir de los 10º de temperatura, aunque lo ideal es entre 25 y 35º. Así, es propio de lugares templados y de superficies porosas donde poder echar raíz.
Hay que saber que el garbanzo, así como la mayoría de las legumbres, tiene un valor en proteínas semejante al de la carne, y un valor en hidratos de carbono cercano al de los cereales. En esa medida, resulta muy conveniente en la dieta de un niño y el experimento del garbanzo puede hacer que este alimento resulte “más simpático” a unos niños tradicionalmente poco amigos de los vegetales. El hecho de cuidar de la humedad, la luz y la posición del garbanzo es también una forma de que los pequeños se responsabilicen de un ser vivo y aprendan que todo necesita su tiempo y su paciencia. Como experimento educativo, el del garbancito lo tiene casi todo.