¿Juegos o Deberes?
¿Juegos o Deberes? Las familias francesas están en “Huelga de Deberes Escolares”. La FCPE (Federación de Consejos de Padres de Alumnos de Francia) ha promovido esta iniciativa como protesta por los excesivos trabajos que los niños deben hacer en casa.
El debate, que parecía superado desde hace años, se reabre por las nuevas circunstancias de la sociedad actual: la incorporación de la mujer al mundo laboral, la desaparición de espacios urbanos para juego infantil, la desestructuración de muchas familias que obliga a los niños a repartir su estancia en diversos domicilios… Todo ello se une a los vaivenes propios de un mundo educativo en permanente cambio (caprichos legislativos, nuevas materias, autoridad cuestionada, competitividad del alumnado, etc.).
Hace unas décadas la polémica se resolvió entendiendo que los deberes escolares eran poco útiles al menos en la Enseñanza Primaria -se llegó incluso a su prohibición-, relegándolos a la Secundaria. Sin embargo en los últimos tiempos, ya sea por vía de disposiciones generales o por decisiones particulares de los centros, la sensación fundada es que los niños tienen cada vez más carga extraescolar. ¿Es eso bueno? ¿Qué opinan los padres sobre este asunto?
En España la CEAPA (agrupación mayoritaria de padres y madres de alumnos) ha emitido un comunicado de respaldo a la iniciativa francesa. Por su parte, las entidades católicas (CONCAPA) se han centrado más en indicar que una “huelga de deberes” no es la mejor forma de resolver el debate. Si analizamos los numerosos blogs o aportaciones particulares que reflejan la opinión de las familias, parecen inclinarse mayoritariamente por dos principios: 1) es evidente que los niños deben aprender al máximo para labrarse un futuro; 2) no es tan claro, sino más bien al contrario, que ese aprendizaje deba hacerse en horas extraescolares.
En este debate clásico se ha insertado últimamente un argumento novedoso en contra de los deberes: el beneficio del juego. Ya no sólo se dice que los niños se estresan, que los deberes provocan desigualdades sociales o culturales o que generan luchas constantes entre padres e hijos. Se empieza a reivindicar también el tiempo extraescolar como ámbito de ocio, esparcimiento, socialización. El tiempo de juego está dejando de mirarse como un tiempo perdido para el aprendizaje, y se acentúa el rasgo contrario: un niño que no juega deja de aprender cosas esenciales para su formación. El beneficio del juego, por otro lado, no debe entenderse reductivamente como una “invitación al juguete”, pues existen muchas formas de jugar sin objetos materiales. Consiste simplemente en reflexionar sobre las necesidades del niño en cada etapa, y en qué es lo mejor para su desarrollo integral como ser humano. El “viejo debate” no ha hecho sino empezar de nuevo.