Impresoras 3D infantiles: ¿juguete para hacer juguetes?
Hace tiempo que las impresoras 3D han entrado en nuestra vida. Aunque muchos aún no hayamos visto ninguna, la existencia de estos artilugios ya no es sorpresa.
Sin embargo, lo que sí parece relativamente novedoso es que se hable de impresoras 3D específicas para niños. Su finalidad, tal como las proyectan sus fabricantes o distribuidores, es la de permitir que los niños fabriquen con ellas sus propios juguetes.
Varias cosas podemos comentar sobre esta novedad. La primera, evidentemente, debe hacer referencia a la seguridad. Toda novedad dirigida a la infancia, como juguete o en cualquier otro ámbito, debe cumplir unos requisitos de garantía en cuanto a composición química de materiales, tamaño de piezas, ausencia de superficies incisivas o filos… Estas exigencias de seguridad no deben ser un factor de distinción entre unos y otros productos, sino que se deben exigir a todos como presupuesto inexcusable. Analizando algunas de estas impresoras que se ofrecen a los niños, observamos una especial atención a que haya cierres de seguridad, controles de la temperatura, y otros requisitos reglados, lo que significa que el régimen de controles está alerta.
Otra cuestión habitual es la preocupación por el coste en relación con el uso y vida del juguete. Sin entrar a valorar productos concretos, es fácilmente comprensible el que estos objetos hayan pasado de un coste muy elevado en sus primeras apariciones a una bajada paulatina en su fase de generalización y competencia. Su precio cada vez es menor, a veces en reducción espectacular, como pasa siempre en aparatos tecnológicos. En las impresoras 3D infantiles viene ocurriendo lo mismo, siendo las actuales mucho más baratas que las precedentes.
Un tercer aspecto es el de si podemos considerar verdaderamente revolucionario este producto. Sirve para hacer juguetes, y en sí mismo es un juguete o hace su función. Prescindiendo ahora de la fascinación que como novedad produce, consideramos que ésta acabará integrándose en la misma normalidad que afecta a cualquier otro objeto. El que pueda servir para fabricar juguetes cumplirá la misma función para un niño que puede haber satisfecho en su día la plastilina, la arcilla, los grupos de imanes, los mecanos, los juegos de bloques como LEGO, etc. En cuanto a que la impresora en sí misma sea un juguete, su atractivo para el niño durará lo que la creatividad de éste precise, pues siempre habrá niños con más inventiva o más curiosidad, y otros más necesitados de un producto terminado listo para empezar a jugar; a este respecto hay que recordar que las impresoras 3D no actúan de una manera inmediata y que precisan de cierta ejercitación para lograr el resultado perfecto.
Faltaría aquí añadir la opinión de psicólogos, antropólogos, mecánicos, pediatras, profesores…y de los padres, por supuesto. En cualquier caso, al igual que todo elemento novedoso, resultará como mínimo estimulante para el menor y fuente de retos que resolver, le acercará a la tecnología moderna y potenciará su creatividad y conciencia de sus capacidades, siempre bajo la supervisión de sus mayores.