La Ruleta, juego y enigma
Pocos juegos han dado lugar a tantos estudios como la Ruleta. Análisis históricos, numéricos, matemáticos, termodinámicos, psicológicos, esotéricos… todo para concluir en una cosa tan sencilla como una rueda que gira y de la que depende el éxito o el fracaso. No en vano se asocia esta imagen con la de la tradicional Rueda de la Fortuna, tan clásica en toda cultura y tan compleja.
La vemos tanto en colecciones de juguetes (como en los Juegos Reunidos Geyper) como en casinos de adultos. Y es que la bondad del juego no depende de su esencia misma sino de quiénes lo ejerzan: puede ser para unos niños tan inocente como otros juegos de azar del estilo del bingo de cartones o mixtos como el parchís o la oca; sin embargo, solemos asociar más este juego con las historias de mayores, quizá por el cierto glamour que la ha acompañado en cierto momento histórico centrado en la segunda mitad del siglo XIX.
Los juegos de suerte (dados, tabas, etc.) son tan antiguos como el deseo de los humanos de obtener fortuna rápida. Fueron típicos entre soldados de todas las épocas o gentes marginales. En cuanto a la ruleta, sabemos que ya en China, Grecia o Roma se practicaban juegos con ruedas para decidir una suerte. Con el tiempo se conformaron juegos de sociedad como el Hoca italiano o el Even and Odd (pares-impares) inglés, citados como antecedentes de la ruleta actual.
La paternidad de ésta última se atribuye por muchos al gran matemático Blaise Pascal (1623-1662), en su intento de hallar la máquina del movimiento continuo. Esta teoría parece más una suposición que una evidencia, aunque sí es cierto que Pascal dedicara largos estudios a la probabilidad de acierto en los juegos de azar, así como a las relaciones entre números, las calculadoras, etc. Muchas de estas cavilaciones pueden seguirse a través de su correspondencia con el matemático Pierre de Fermant y otros como el Chevalier de Méré. También el número 36 (el de las casillas de la ruleta) podía resultar atractivo para Pascal, pues éste era un gran seguidor de Pitágoras, uno de cuyos emblemas –la estrella de cinco puntas y el pentágono inscrito- daba como resultantes unos ángulos múltiplos de 36 (cada ángulo interno 108º, y los exteriores 72º). En cuanto al movimiento continuo, no fue hasta 1847 cuando se descubriera que aquél era científicamente imposible.
Lo cierto es que poco después de Pascal aparecerá la ruleta como disco de casillas con una bolita, un tapete y unas fichas para apuestas. En el siglo XVIII, al inicio del capitalismo, cortesanos y burgueses podrán ya dedicar excedentes de dinero a las apuestas, convirtiendo a la ruleta en juego de sociedad y dando lugar al personaje de “la banca”, que es la que misteriosamente “siempre gana”. El secreto de esa ganancia estaba en el número 0 (cero) como casilla 37, de forma que cuando la bola cae en el cero pierden todos sus apuestas. El margen que queda para la casa gracias al 0 es del 2.70%, que aumenta hasta el 5.26% cuando se juega con 00 (doble cero), esto es, dos casillas de 0 para la banca en puntos opuestos de la rueda. Europa se especializó en la ruleta de un 0, gracias a su adopción por los hermanos Louis y Francois Blanc, quienes en 1842-43 instalaron un casino en Homburg (Alemania) con este sistema; tras morir el primero, Francois obtuvo en 1861 la concesión del Casino de Montecarlo, en Mónaco. El 0 único atraía a los apostantes, pues la alternativa del doble 00, -tan antigua al menos como la otra- ofrecía menos opciones de premio. El doble 00 viajó con los franceses hasta Nueva Orleáns y se extendió entre tahúres y jugadores de los barcos del Missisipi y más aún, hacia el Oeste en 1849 con la fiebre del oro. Actualmente el doble 00 es el imperante en Estados Unidos.
El enigma –uno de tantos- para el apostante es cómo sortear esos ceros y revertir las probabilidades a su favor. Para algunos eso es imposible, entendiendo que los grandes números tienden siempre a la igualdad. Otros, sin embargo, han ideado sistemas más o menos comprobados de obtener ganancias (la Ley del Tercio, la Molienda de Oscar, sistema Patat o austríaco, la variante de Wells…). La verdad es que en muchos casos hay formas de aprovechar los caprichos de la fortuna, como ocurrió en el famoso 18 de Agosto de 1913 cuando el color negro se repitió 26 veces en una mesa de Montecarlo. Jugadores como Joseph Jaggers o Norman Leigh se hicieron famosos aplicando el método Labouchére inverso y por ello se les prohibió la entrada en más casinos. En España tenemos a la legendaria familia Pelayo, cuyo sistema era comprobar a largo plazo las series en cada mesa, considerando que toda ruleta tiene una irregularidad que la hace repetir unos números más que otros. Su historia es de película; fueron demandados por los casinos pero los tribunales decidieron a favor de los Pelayo: al fin y al cabo tan sólo se dedicaban a jugar.
Muchos juegos de azar han estado prohibidos en ciertas épocas en cuanto permitían apostar, y hoy están regulados. Los niños no tienen por qué llegar a eso, bastándoles unas fichas para pasar un buen rato y unos adultos que les eduquen correctamente para el futuro.