Al cine con Disney y Angelina Jolie

Bella durmiente“La Bella Durmiente 2.0”. Este podría ser un buen título para la última entrega de Disney, servida bajo el nombre del hada Maléfica.

  Decimos “Bella Durmiente” porque, guste o no a los fans de Angelina Jolie, el cuento sigue teniendo su nombre. Y decimos “2.0” por ser un desarrollo que rebasa los límites de un núcleo original. Lo insertamos en el apartado “juvenil” pues la película, aun teniendo las virtudes que vamos a reseñar, no nos parece precisamente calificable como “infantil”, como tampoco nos lo parecieron las versiones de Tim Burton sobre el personaje infantil Alicia, o la de Spielberg sobre Peter Pan (Hook, 1991), más oscura que la posterior de P. J. Hogan de 2003.

  Así pues, la nueva película entra en el juego tan actual de las secuelas y precuelas ya visto en otros casos como en La Guerra de lasA Jolie Galaxias o El Señor de los Anillos. Ahora le ha tocado el turno a un personaje de los más logrados del Disney clásico: el hada mala de La Bella Durmiente (1959). El personaje –elaborado a partir de la tradición recogida por Basile, Perrault y los Grimm- produce fascinación, como la produce el Scar de El Rey León, Cruella de Vil o la Reina de Blancanieves. De hecho, ésta última ya tuvo su momento de gloria gracias a Charlize Teron en 2012, de modo que la actual Maléfica no parece sino un intento de apurar un filón de malvados humanizados falsamente infantiles (y aún nos permitimos esperar una entrega sobre Cruella de Vil pues la actuación de Glenn Close ya sabe a poco). Por el contrario, Maléfica es un nombre mucho más rotundo y conocido, -por ello ha podido servir como título-, mientras que en Blancanieves no pudo usarse ese recurso pues la Reina o Madrastra (y Bruja) no tenía un nombre en la versión Disney, sin que hayan cuajado los de películas más modernas (Ravenna –de Raven, cuervo- para Charlize en 2012, Clementianna en Mirror Mirror, del mismo año, o Elspeth en 2001).

  Aun así, no nos agrada percibir en Disney un gusto cada vez más evidente por proponer un lado oscuro en sus historias, de lo que es prueba el mismo nombre elegido para la obra, o el que se prefiriera a ciertos directores para afrontar el proyecto, como Tim Burton (quien luego se apartó del mismo), o el definitivo Robert Stromber (diseñador de producción en la Alicia de Burton). Para otros, esta tendencia no es nueva y aún se reprocha a la productora el episodio de la madre de Bambi, aunque a esto contestamos que una cosa son escenas concretas dentro de un entorno dulce, y otra es una puesta en escena directamente inquietante.

  Bien, pero ¿qué nos ha parecido la película? La respuesta es positiva, si nos olvidamos de llevar al cine a los más pequeños. Deslumbra una magnífica Angelina Jolie, que parece nacida para este papel. Jolie se había especializado en personajes que rozan lo extraordinario, como Lara Croft o la Sra. Smith, pero también había demostrado una solvente capacidad interpretativa en El Intercambio (2008), que le valió ser nominada a varios premios incluido el Oscar. Ahora reduce su expresión al rostro, -muy concentrado en su mirada- ayudado por una mímica majestática. A ello se une, en la versión española, el doblaje de la perfecta Nuria Mediavilla, habitual no sólo en Jolie sino en otras grandes como Uma Thurmann, Jodie Foster o Nicole Kidman, por citar algunas.

  Visualmente la película es muy bella, aunque a veces se nota que su director, Stromberg, viene de Avatar y de Alicia. El guión es atractivo por cuestiones como el planteamiento inversoBella durmiente al clásico, el feminismo subyacente –que tampoco es ya novedoso en Disney, quizá fomentado por aquello de que las madres van más al cine con los niños que los padres-, y el guiño a escenarios de duendes y seres benignos opuestos a los humanos, sugiriendo mundos míticos de futuro desarrollo. La crítica ha sido unánime elogiando el papel de la protagonista, aunque se han echado en falta mejores personajes secundarios, y se ha considerado más larga de lo preciso, opiniones que comparto.

  No es una película imprescindible, pero sí agradecida de ver. Eso sí, yo no llevaría a niños muy pequeños, pues ni pueden apreciar tanta sutileza estética y psicológica, ni tienen defensa frente a la inquietud que pueda suscitarles.

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