Blancanieves y la leyenda del cazador
¿De cine con los niños? En los últimos días tenemos en cartelera algunas películas. Una de ellas es Ice Age 4, continuadora de una saga de animación que sigue fiel a sus claves de éxito, y a la que en su momento dedicaremos un espacio. A esta película se puede ir tranquilamente en familia. ¿Cabe decir lo mismo de la última versión de Blancanieves?
Vamos a comentar la recién estrenada Blancanieves y la leyenda del cazador, especialmente en cuanto a si nos parece una película adecuada para los más pequeños.
Lo cierto es que la película lleva camino de convertirse en una de las más rentables del año, pues partiendo de un presupuesto de unos 100 millones de dólares (que en algunas páginas se eleva a los 170 o 200), lleva conseguida una recaudación que supera los 300. Sin embargo, tras contemplarla, tenemos la sensación de que el público que llenará las salas no estará compuesto por familias con hijos de hasta 10 años como pudo ocurrir con la antigua versión Disney, sino que será un público adolescente el que afiance este título que, al igual que ocurre con Ice Age 4, tiene marchamo de convertirse en saga.
De antemano debemos advertir de que Blancanieves y la leyenda del cazador es una película insertable en el llamado género fantástico-gótico en cuanto a su estética, y que en cuanto a su temática ha tomado la parte menos infantil del cuento recogido hace ahora doscientos años por los hermanos Grimm. Sin perjuicio de que los niños actuales estén habituados a contemplar todo tipo de escenas por televisión (baste un telediario), es evidente que los productores del film no han pensado en crear un producto de amable tarde familiar. Es más, al elegir a dos protagonistas femeninas como Kristen Stewart –vista en Crepúsculo– y Charlize Theron, ya nos dan a entender que no estamos ante una comedia sino ante algo más oscuro, siniestro.
Incluso los elementos amables o más hermosos de la Blancanieves clásica, como son los enanitos, el candor de Blancanieves o la pureza del príncipe, aparecen interpretados de una manera mucho más cruda, enredada en caos y violencia. Los enanitos no cantan sino que son bandidos a la fuerza, Blancanieves es casi una perseguida política y el príncipe es un aspirante en el exilio. Es, pues, una versión cuyas claves de disfrute están fuera del alcance de los más pequeños.
Ello no quiere decir que la película no merezca la pena. Si se nos permite la licencia, cabría calificarla como “una película de Tim Burton pero sin Tim Burton”. El director –Rupert Sanders- es un artista bastante novel que ha realizado un más que correcto ejercicio estético, especialmente en la primera parte. A sus espaldas hay un proyecto de producción que cuenta, entre otros, con Joe Roth, a quien ya vimos detrás de Alicia en el país de las Maravillas (2010). También se ha contado con grandes expertos en la dirección artística, como es David Warren, (Entrevista con el vampiro, 1994) y la especialista en vestuario Collen Atwood, (Alicia en el País de las Maravillas, Memorias de una Geisha, El Planeta de los Simios, Sleepy Hollow, Mars Attack, Eduardo Manostijeras…).
Estas aportaciones dan una solidez visual a la película que, casi por sí sóla, sostiene las dos horas de filmación. Si la saga continua, no obstante, hará falta algo más que efectos y belleza, y habrá que dar más juego a la interpretación de Blancanieves (a la reina, Chalize Theron, no le hace falta: está fantástica), así como al cazador (Chris Hemsworth), quien claramente ha desplazado al “príncipe” (Sam Claflin) al grupo de los prescindibles.