CREPUSCULO. AMANECER-Parte 2ª
Las multitudes se agolpan para ver a sus ídolos. Bella, Edward, Jacob… son los personajes de la saga Crepúsculo que, con su nueva entrega, siguen llenando las salas de cine y las calles de Madrid y de tantas capitales a las que acuden para promocionar el estreno.
Su trío protagonista (Kristen Stewart, Robert Pattinson, Taylor Lautner) resulta insustituible pues ellos son una garantía de éxito. Parece dar lo mismo cuál sea el argumento de cada nueva película, siempre que sus fans puedan seguir viendo en pantalla gigante a estos atractivos jóvenes. La autora –Stephenie Meyer- también repite, para evitar cuestiones de propiedad intelectual, aunque algo nos permite intuir que empieza a necesitar ayuda. El director Bill Condon continúa, aunque no hay que olvidar que es el cuarto que ha intervenido ya en la saga.
Lo que sí cambia es la dimensión de algunos personajes, como ocurre con Bella y con su hija Renesmee. Algunas críticas periodísticas parecen interesarse por la evolución de Bella, una vez convertida definitivamente en vampiro; parece que su nueva condición es como la culminación de un destino preestablecido, cuando eso no estaba claro en las primeras entregas, y también se pretende coordinar la complejidad de la mujer vampiro con la propia evolución de la actriz K. Stewart, tan chocante a veces con el standard hollywoodiense. En la nueva entrega, además, Bella se ha convertido en madre, y su hija Renesmee copa gran parte del protagonismo pues a su alrededor gira toda una pugna épica entre los Volturi que pretenden eliminarla y los Cullen que la protegen.
Cuando una saga se prolonga es inevitable leer entre líneas. En el presente caso, llama la atención el que los actores continúen adscritos a la misma a pesar de los conflictos sentimentales que en la vida real han existido entre ellos, destapados hace unos meses. Es posible que haya llegado la fase en la que el producto se estira por un mero afán económico. Eso justificaría el que la historia empiece a derivar hacia fórmulas mucho más comerciales que las originales. En efecto, el nudo original era un conflicto dramático muy semejante al de West Side Story, Romeo y Julieta o Rebelde sin Causa, con unos jóvenes inadaptados en busca de identidad, incomunicados con sus padres y con sus educadores, y donde casi era más importante lo tribal que lo sobrenatural.
En la nueva orientación de la saga, hemos pasado a unos problemas épicos semejantes a los de Helena de Troya, El señor de los Anillos o la obsesión del rey Herodes por suprimir a un niño mesiánico; de tan escatológicos son irreales y por ello inofensivos. Los jóvenes inadaptados se han convertido en padres de familia que luchan por su estirpe, algo mucho más fácil de encajar en nuestra moral subyacente. Crepúsculo se convierte así en un producto que se puede ver en el sofá de cada hogar, entre efecto especial y tratado de licantropía. Seguirá recaudando pero el interés ha cambiado. ¿Habrá valido la pena?