Enid Blyton, reina de la curiosidad.
Enid Blyton es una de las reinas indiscutibles de la literatura juvenil. Se cumplen este año los cuarenta y cinco desde su desaparición, pero sus libros de aventuras siguen reeditándose y los padres siguen queriendo que sus hijos conozcan a los Cinco, a los Siete, a las internas de Torres de Malory y a tantos personajes emanados de su imaginación, incluyendo animales como los perros Tim o Scamper, o hasta el loro Kiki.
Entre los factores que explican el éxito de Enid Blyton hay dos que creo destacables: la productividad y la curiosidad. Su obra es prolífica hasta el asombro; se citan más de setecientos títulos (753, según una fuente). Ello significa que sus lectores podían confiar en reencontrarse periódicamente con los personajes favoritos de sus series, y encariñarse con ellos como si fueran parte de sus pandillas. En cuanto a la curiosidad, es la clave del lazo entre Enid y sus seguidores: la gran mayoría de sus libros de aventuras fundan su hilo narrativo en adolescentes cuya curiosidad les va llevando a vivir historias asombrosas que los niños normales nunca tendrían; una curiosidad que les hace correr riesgos, pero que también les hace descubrir todos los talentos que tienen para superarlos sin ayuda de los mayores –generalmente enemigos, o simplemente estorbos-.
La historia de esta escritora puede considerarse como la del éxito pleno. No sólo por estar ya considerada como una de las cinco autoras más leídas del mundo, sino por haber sabido crear la figura de la autora en contacto con su público a través de clubs de lectores, encuestas a fans y otras vías que mostraron el camino a escritores actuales como Joanne K. Rowling y tantos otros.
Es cierto también que algún sector de la crítica encuentra sombras en la obra y vida de Enid Blyton. Se aduce que su literatura es reiterativa y de escaso valor; ello puede ser cierto pero hay que tener en cuenta que cada género tiene sus reglas y que dentro del mismo son muy pocos los que alcanzan la perfección. Se ha acudido a su vida personal para explicar -e incluso devaluar- su vigor creativo.
Al respecto hay que recordar que la infancia y adolescencia de Enid fue muy conflictiva y de claro desarraigo: tuvo que sufrir el abandono de su padre al que, sin embargo, adoraba frente a su madre; vivió continuos cambios de domicilio y a los 19 años dejó el hogar materno. La frustración por el mundo adulto puede que la llevara a crear historias de niños que viven lo mejor de sus vidas al margen de los mayores, en mundos paralelos de fantasía o aventuras. Conservó siempre su apellido de soltera, Blyton, sin adoptar literariamente sus apellidos de casada –Pollock de su primer matrimonio, y Darrell Waters del segundo-. Sus mismas hijas Gillian e Imogen indicaron que Enid había sido mucho más una escritora que una madre, y la recordaban con su eterna máquina de escribir sobre las rodillas, en el jardín o en las butacas de mimbre de su casa, tecleando sin parar.
En mi opinión, Enid Blyton tiene todo el mérito del mundo por haber sabido superar con creatividad sus dificultades, y convertir sus experiencias propias en aventuras para todo el mundo. Sus vivencias como profesora e institutriz le sirvieron para las series de internados como Torres de Malory; sus estancias en Bourne End le inspiraron el Peterswood de Los Cinco, y el castillo de Corfe Castle inspiró el castillo de isla Kirrin. El loro Kiki existió y pasó a sus libros, así como tantas y tantas horas de fantaseo a solas que le permitieron escribir preciosos libros de poemas (comenzando ya en 1922 con Child Whispers) y cuentos de hadas (el primero en 1923, Real Fairies). En plena II Guerra Mundial (1942) inicia la serie de Los Cinco, y en la postguerra (1949) la de Los Siete. Su inmensa producción ha generado además un ingente trabajo de diseñadores e ilustradores, entre ellos la maravillosa Phyllis Chase, en su día compañera de colegio de Enid con la que empezó a colaborar en 1920. El trabajo precioso de estas amigas es lo que nos ha quedado, para hacernos felices durante muchos años.