La protección solar en los niños

   playaEl sol puede ser nuestro mejor amigo, pero siempre que sepamos disfrutarlo correctamente.

   Aunque este artículo se dirija a dar ciertos consejos para proteger del sol a los menores, es también importante dejar constancia previa de los muchos beneficios que la luz solar nos reporta. Así cabe citar la producción de Vitamina D y su influencia en la absorción de calcio y fósforo, la mejora de la amplitud respiratoria por el incremento de hematíes y hemoglobina, el efecto euforizante y antidepresivo, la eliminación de toxinas mediante el sudor… y todo ello sin olvidar la ventaja que suponen la luz y el calor que proporciona. Todos buscamos el sol, y eso lo captamos por puro instinto.

   Sin embargo, la ciencia médica ha avanzado mucho en los últimos tiempos, y gracias a ella sabemos que el sol tiene también muchos más riesgos de los que creemos. Esta falta de conciencia se debe a que los daños se manifiestan con muchos años de lejanía a su generación, por lo que no es fácil ver la relación causa efecto. De hecho, cuando la esperanza de vida era mucho menor, muchos de estos daños nunca llegaban a surgir. Riesgos de cáncer, cataratas, pérdida de defensas, falta de hidratación y envejecimiento precoz de la piel, son algunas de las consecuencias propias del exceso de sol, debiendo tener en cuenta además que la exposición al sol se acumula durante toda la vida y que dicha acumulación se produce en su mayoría antes de los 18 años.

   Lo primero que debemos asumir es que el sol no es sólo peligroso en la playa y en bañador. Hay estudios que indican que apenas un tercio de los padres son conscientes de que el sol también es perjudicial para sus hijos en los recreos del colegio, o en las actividades invernales de fin de semana. El sol siempre actúa, pues las radiaciones no dependen de la estación del año, ni tampoco de que el día esté más o menos nublado pues aquéllas atraviesan las nubes.

   Cuando estamos expuestos al sol, deberían evitarse las horas de mayor verticalidad en los rayos solares, que son las más próximas al mediodía. Debería usarse siempre protección solar (a partir de factor 15 en adultos, y de 30 en los menores), aplicándola unos 30 minutos antes de la exposición y reponiéndola cada vez que se entra al agua pues la capa suele perderse, así como en todo caso cada dos horas, aproximadamente. En los menores de 6 meses, los especialistas recomiendan la “exposición cero” por lo que ni siquiera con protección resulta conveniente.

   Además deberían utilizarse pantallas físicas como gorros, ropas y gafas. Los gorros deberían ser de alas anchas y viseras que protejan el máximo de piel, evitando las gorras “estiloplaya c beisbol” con la visera hacia atrás que deja al descubierto toda la cara. Las ropas claras reflejan más el sol, aunque lo importante de la ropa no es tanto el color sino que tenga la mayor extensión y la urdimbre más gruesa (la extensión debería cubrir el máximo de piel, y la urdimbre o grosor de la tela es lo que de verdad protege al crear una pantalla difícil de traspasar). En cuanto a las gafas, lo importante no es tanto su color o transparencia sino que estén tratadas con factor de protección ocular con filtro de rayos UV (el ideal para adultos es el llamado EPF-10), pues no sólo ayuda a evitar arrugas precoces sino que reduce el riesgo de tener cataratas.

   No hay que olvidar también que existe un factor genético en muchas dolencias de la piel, y que nunca viene mal una revisión cuando el numero de lunares es excesivo (más de 50), especialmente si tenemos en cuenta que los niños tienen menos melanina que los adultos. Lo mejor, como siempre, es completar cualquier información con una consulta a los especialistas de la salud, médicos y farmacéuticos.

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